Con mayor o menor libertad para hacer su trabajo, protegidos o bajo riesgo, con máquinas de escribir o notebooks, enviando la información vía correo o WhatsApp. A lo largo del tiempo y a pesar de los cambios, los corresponsales de guerra han cumplido una labor fundamental para la sociedad. Metiéndose allí donde nadie quiere estar, donde se ven las imágenes más duras para un ser humano, el trabajo de los periodistas en los conflictos bélicos ha echado luz a muchos de los capítulos más oscuros de la humanidad. Sin embargo, con el paso de los años, al igual que sucedió con la gran mayoría de las profesiones, el rol de los encargados de contar las guerras ha evolucionado.
Una de las variables que provocó que las corresponsalías ya no sean las mismas que hace 40 años fue el avance de las tecnologías. Las cámaras de alta definición, la conexión a internet y las redes sociales han alterado en gran medida las rutinas periodísticas. Incluso han colaborado en la disrupción de fenómenos tales como el “periodismo ciudadano”, un movimiento en el que son los propios ciudadanos quienes se convierten en informadores.
En ese sentido, Ángel Sastre (40), corresponsal de guerra español, quien ha participado de coberturas en diversos países en conflicto, como Siria, Irak, Ucrania, Palestina, Bangladesh, Níger, Colombia y Bosnia; aporta su mirada sobre cómo cambió el rol de los comunicadores en los campos de batalla y qué cambios positivos y negativos se produjeron. Además, explica cómo es el día a día de un periodista en una guerra y los peligros que conlleva.
-¿Cómo es la rutina de un corresponsal durante la cobertura de un conflicto?
-Son coberturas específicas que no son como una corresponsalía habitual. Son corresponsalías en donde tú ya intentas tener organizado todo lo que puedes, hasta donde puedes. Para luego llegar y “besar el santo”, aunque luego sabes que con toda probabilidad va a haber impedimentos y no avances como quisieras. Pero lo tienes que tener lo más organizado posible. Entonces te levantas y tienes la historia que quieres hacer en la mente. Este organigrama se intenta calcular y cerrar lo antes posible, antes de salir al terreno. Pero bueno, siempre aparecen impedimentos o sucesos impredecibles típicos de zonas en conflicto. Así que la agenda ya viene preestablecida y tienes tus objetivos. A veces se avanza hacia ellos y a veces no.
-Cuando estás en un país en conflicto, ¿cuánto te acercás al lugar de los enfrentamientos?
-La gente tiende a glorificar los tiros y la guerra, pero hay mucho más. Es muy difícil acercarse a los lugares de enfrentamientos. Yo siempre que puedo me acerco la verdad, no lo voy a negar, pero es muy complicado. La principal opción es empotrándose con un ejército o guerrilla. Por ejemplo, en Siria (durante la primera parte de la guerra civil que azota a ese país desde 2011) me empotré con los kurdos y con algunas guerrillas. Los primeros suelen ser cuidadosos y tratan de cuidar a los periodistas, por lo que con ellos no te acercas tanto. Pero las guerrillas son menos cuidadosas y permiten que uno se acerque más. Con estas prácticamente uno observa cómo batallan. Depende mucho del grupo con el que vayas.
-¿Cómo llegás a conseguir ser incluido en un ejército o guerrilla para ir al frente de batalla?
-Es complicado. Uno necesita muchos permisos y necesita tomar mucho té con el general de turno… Tal vez un día vas a encontrarte con el general y te llevan a ver un tipo de misión en la que han vencido. Y de repente, salta la batalla. No es que te llevan directamente a un lugar en el que estén combatiendo. Por lo menos con la Golden Division, el ejército iraquí entrenado por estadounidenses con el que iba a menudo en Irak, es muy difícil llegar a un enfrentamiento. Por más que sean kurdos, fueron entrenados por Estados Unidos, tienen normas (de seguridad). Cuando vas con guerrilleros o rebeldes las cosas cambian porque no hay normas.

-¿De qué formas varían estas normas? ¿Todos los ejércitos las tienen?
Con casi todos los cuerpos hay normas porque si te pasa algo como periodista sienten cierta responsabilidad y además no es bueno para su imagen. Sucede que cuando consigues ir con un grupo empotrado, estos quieren que grabes sus avances, sus logros… Entonces, si por ejemplo muere un soldado o tú mueres cuando estás con ellos, no es un logro. Por el contrario, cuando vas con un grupo rebelde o guerrillero, no le dan tanta importancia (a las normas).
-Durante la Guerra de Vietnam (1955-1975), los periodistas tuvieron libertad para contar un conflicto como nunca antes en la historia. ¿Qué tanto se diferencian las corresponsalías actuales con las de aquel entonces?
-Son muy distintas. Totalmente. Para mí, Vietnam fue el hito de las corresponsalías. Ahí, tú ibas como un soldado más, en la fila empotrado con el riesgo de que te pegaran un tiro y con carta blanca para poder contarlo todo. Y fue notorio, porque las coberturas terminaron teniendo efectos adversos para el Ejército de los Estados Unidos: se conoció absolutamente todo lo que pasaba allí (lo que puso a la opinión pública norteamericana en contra de la prolongación del conflicto). Por eso después volvieron a censurar. En ese momento te permitían ser un soldado más, ir con los grupos de soldados y ver todo en primera persona. Era como el sueño de un corresponsal de guerra, pese a la peligrosidad, en el sentido de que tenías la pureza, la viveza y la realidad de lo que estaba ocurriendo.
-¿Actualmente los corresponsales se ven presionados a contar lo que los ejércitos quieren?
-Claro, desde la Guerra del Golfo (1991) en adelante, si quieres ir empotrado con un ejército tienes muchas limitaciones. Entonces, tienes que pagar un precio. Ellos no te dicen cuenta esto o lo otro, o sí, pero tú al mismo tiempo estás aprovechando una protección. Entonces ellos te van a enseñar lo que quieren. Y eso no ocurría en Vietnam. Por eso había críticas tan fuertes (de parte de la prensa hacia el accionar norteamericano en campo de batalla).
-¿Vos qué herramientas utilizás durante la cobertura de un conflicto?
-Prácticamente todo. Pero principalmente utilizo una cámara para grabar. Fotos no hago porque tengo mucho respeto a los fotógrafos, por lo que siempre intento ir acompañado de uno. El resto sí, hago videos, radio, prensa, así que voy acompañado de micrófonos, trípode y una computadora. Luego, cuando vuelo a una base, descargo, edito, envío y cargo baterías.

-Comparándolo con la época de Vietnam, cuando Internet todavía no había hecho su desembarco, ¿cómo repercuten estas nuevas herramientas en las coberturas actuales?
-En algunos sitios, según la zona, no hay mucha conectividad. Pero generalmente algún lugar encuentras. Pero sí, cambia todo. Evidentemente lo que te da es sobre todo actualidad, una interacción mayor. Aunque te digo, en zonas muy devastadas no hay señal. Tienes que esperar. Pero no como antes, que hasta que podías enviar una crónica o un rollo de fotos, pues tardabas días o semanas. Lo que te daba eso es tiempo para elaborar mucho mejor las crónicas. Ahora tal vez son más breves, pero Internet nos permite mayor actualidad y presente.
-¿Qué otros cambios advertís entre las coberturas de Vietnam y las que pudiste llevar a cabo en Siria?
-Lo que veo es básicamente que en aquel momento, en Vietnam, los corresponsales tenían barra libre, por decirlo de alguna manera, para poder ir en primera línea a un conflicto y poder contar todo en primera persona. Por supuesto que asumiendo la responsabilidad del lugar al que se dirigían. Y ya en Siria nos volvimos un objetivo de caza, de secuestro. Además, pronto los ejércitos dejaron de permitirnos los accesos y los guerrilleros empezaron a vernos como objetivo de secuestro. Básicamente, antes se podían cubrir las guerras en primera línea, ejercer el periodismo libremente, y ahora somos un objetivo más. Vale destacar que en la primera parte de la guerra de Siria, con el Free Syrian Army y la Primavera Árabe rampando, ahí sí se podía trabajar, pero después se volvió muy complicado. Entonces comenzaron las prohibiciones por parte del gobierno de Bashar al-Assad y los riesgos de secuestro por parte de los rebeldes.
-¿Y si tuvieras que encontrar un punto positivo?
-(Piensa) No sé, creo que todavía tenemos que descubrirlo. Tenemos que encontrarle la vuelta a las nuevas tecnologías. A la ilustración, formatos como el cómic. Utilizar las tecnologías a nuestro favor para encontrar nuevos formatos, un nuevo universo informativo y que la gente vuelva a pagar por la información.
-Con las nuevas tecnologías surgió el periodismo ciudadano. ¿Qué opinión tenés al respecto?
-Yo nunca lo llamaría periodismo ciudadano o urbano. Creo que es un tipo de denuncia plausible, actividad que está muy bien, pero todos sabemos que alimenta mucho las fake news. Que no se llame periodismo. Los periodistas para algo estudiamos y tenemos ciertas normas. Eso es otra cosa, otro movimiento. No me gusta que alguien sea considerado periodista por tener un blog o tuitear.

Su secuestro en Alepo
En julio de 2015, mientras trabajaba en una cobertura en Alepo, Siria, Ángel Sastre fue secuestrado junto a dos colegas más (Antonio Pampliega y José Manuel López) por el grupo terrorista Al Nusra, la filial de Al Qaeda en Siria. Lo mantuvieron cautivo 299 días en cuartos y espacios cerrados hasta que fue liberado.
-Estuviste cerca de 300 días secuestrado. ¿En dónde te encontrabas?
-Primero en Alepo y luego en Idlib (otra ciudad siria próxima a la frontera con Turquía).
-¿Y cómo fue el momento en el que te capturaron?
-Estábamos buscando un viejo psiquiátrico en el centro de Alepo, que ya habíamos visitado en viajes anteriores, y de repente se dobló un coche, nos interceptaron, se bajaron unos tipos encapuchados y nos llevaron.
-Ellos tenían información de quiénes eran ustedes…
-Sí.
-¿Y a dónde los llevaron?
-Nos llevaron a distintos sitios. Habitaciones, duchas… No sabíamos bien en dónde estábamos porque íbamos en todo momento con los ojos vendados.
-Los terroristas que te secuestraron, ¿qué intentaban hacer con tu captura?
-No sé porque estuvimos con distintas personas. Supongo que negociar, pero la verdad que no lo sé.
-¿Con quiénes estabas?
-Estaba con dos colegas. A uno de ellos lo separaron a los pocos meses (Pampliega), y nos quedamos otros dos.
-¿El Estado español pagó para que seas liberado?
-No. Eso es lo que publicaron los medios. Yo eso no lo sé. No sé cómo terminé liberado.

Actualmente, Sastre vive en Buenos Aires, Argentina. Sin embargo, fiel a su estilo, siempre está preparado para emprender viaje junto a su cámara hacia algún punto de América Latina y otras zonas en conflicto, en busca de buenas historias. Trabaja para radios, canales televisivos y diarios de todo el mundo. Pero igual tiene tiempo para frenar la pelota por media hora y conversar por teléfono sobre su pasión con un entusiasta que lo admira y busca aprender. Esa pasión que lo sigue moviendo. A pesar de que lo llevó a atravesar momentos traumáticos. A pesar de los obstáculos. Pero que lleva impregnada y ya es una misma con su persona: el periodismo.
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