La cultura de la cancelación aparece en todos los medios. Los tuits de Pablo Matera, capitán de Los Pumas, puso una vez más el tema en agenda. Unas semanas antes fue Martín Cirio (la Faraona). Antes, Jimena Barón. Antes, Santi Marateas. Antes, Justine Sacco… Y así, la lista es interminable.
Pero, ¿qué es la cancelación? Por lo pronto, es un fenómeno que nos interpela como sociedad. Es una suerte de justicia por mano propia que, en la búsqueda de reparar algunas cosas, termina dañando otras.
Di una charla TEDx sobre este tema, para intentar reflexionar sobre los peligros a los que nos expone este método cada vez más popular, más violento y radical.
¿Está muriendo el pensamiento complejo? ¿Hacemos un bien decretando qué es lo bueno y qué es lo malo? En diez minutos de charla intento cuestionar la necesidad del pronunciamiento permanente en las redes. Por otro lado, si no es cancelándolas, ¿cómo lidiamos con las ideas que no nos gustan? Mirá la charla y si querés, proponemos tu propio manera de lidiar con las ideas peligrosas.
Leé la transcripción de la charla completa
El deseo de retirar del mundo las cosas que no nos gustan del mundo siempre estuvo entre nosotros. Queremos armar nuestro universo a medida de nuestros deseos. Vivir en un lugar donde no existan las tormentas si es que odiamos la lluvia, o borrar de la cancha a un jugador que detestamos
Pero no se puede.
En el año 2004 se estrenó “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos”, con Jim Carrey. Contaba la historia de un personaje que para sacarse de la cabeza a un amor fallido -Kate Winslet- va a realizarse un extraño tratamiento que le borra de la cerebro todos los recuerdos que tiene de esa persona, de Kate Winslet.
Ahora, imaginen si ese tratamiento lo que hiciera no fuera retirar a Kate Winslet de la cabeza de Jim Carrey solamente sino que la sacara de la cabeza de todos los habitantes de la tierra. La dejara afuera de la sociedad. La película pasaría rápidamente de drama romántico a terror, a suspenso, porque no sabríamos cuál sería el siguiente personaje anulado en esta especie de pesadilla.
Esto, que parece un argumento distópico, es lo que está pasando hoy en nuestra sociedad con la llamada “Cultura de la cancelación”. ¿Qué es? Se trata del fenómeno por el cual la sociedad se organiza para expulsar del ámbito público, boicotear sus trabajos o suprimir sus obras o ideas, a una persona que haya dicho o hecho algo incorrecto, o que tenga opiniones por fuera de lo socialmente aceptable. Los motivos pueden ir desde cosas realmente graves a pavadas o confusiones.
Podemos ver muchísimos ejemplos. Uno sucedió a principios del 2020 durante un reality show que se emitió en la Argentina. Era un reality show sobre pastelería. Un día antes de que se emita el episodio final -que ya estaba grabado- se supo que quien iba a resultar ganadora había mentido en el formulario de inscripción. Había puesto que nunca había trabajado profesionalmente en una pastelería y sí lo había hecho.
Alguien lo descubrió, lo puso en Twitter, eso explotó velozmente y la sociedad argentina -indignadísma con tal defraudación- comenzó a reclamar que se la expulsara del concurso y se le retirara el premio.
El canal efectivamente hizo caso: volvió a grabar la final, le retiraron el premio en una emisión que pareció más bien una ejecución publica y esa persona fue CANCELADA.
Tiempo después contó que producto del escarnio, sufrió ataques de pánico, fue agredida en redes sociales y su nombre se convirtió el meme durante muchos meses.
Como este, hay un montón de casos. Una persona es acusada de hacer algo que no hizo -y que sucedió en una ciudad en la que nunca estuvo- y la sociedad sale en manada a insultarla en sus redes sociales. Una periodista de prestigio de Estados Unidos publica un tuit irónico y políticamente incorrecto, la gente lo interpreta de manera literal (es decir, no entienden el chiste), y esa persona es completamente cancelada: la despiden de su trabajo y su nombre comienza a aparecer millones de veces en Google siempre al lado de un insulto. O en plena cuarentena estricta se publica la foto de alguien en un asado y esa persona es públicamente avergonzada hasta la cancelación, sin importar que esa foto, en realidad, era del año anterior a la pandemia…
Hay múltiples ejemplos que nos muestran que cualquiera de nosotros puede ser cancelado. Cuando les conté a mis amigos que iba a dar una charla sobre la cancelación muchos me dijeron que no lo hiciera, que “me iban a matar”. ¿Qué significa que me iban a matar? Que me estaba exponiendo a ser criticado por lo que fuera a decir, que me iban a agredir quienes estuvieran en contra de mis ideas, que si me corría de cierto discurso podía terminar cancelado yo mismo.
Hablar de algunas cosas podía terminar en el fin de la palabra para mí.
Esto pasa porque cada vez es más fácil que alguien se enoje con algo que decís o que pensás, y tenga ganas de cancelarte. ¿Lo notan? Lo vemos en nuestras charlas de todos los días. Si alguien participa en una conversacion sobre la legalización del aborto y dice que está en contra adelante de personas que están a favor, esa persona se gana una antipatía automática. Cada vez son más mis amigas feministas que me dicen que no podrían tener una relación amorosa con alguien que está en contra de la legalización del aborto.
O pensemos en la grieta del lenguaje inclusivo: si alguien habla con la “e” en un congreso de libertarios va a ser automáticamente cancelado. Como si las ideas verdaderas dependieran de una vocal para ser ciertas.
Lo mismo pasa si subís una foto comiendo un pedazo de carne en un grupo de WhatsApp de vegano. O si un activista vegano dice lo que piensa ante un auditorio de productores ganaderos. Cada vez es más común que nos enferme la opinión del otro cuando es contraria a la nuestra.
Pero esto no solo tiene que ver con nuestra tendencia al fanatismo por todo, sino también porque estamos asistiendo al funeral del pensamiento complejo. Hoy es muy difícil desarrollar un pensamiento verdaderamente crítico sobre las cosas.
Tiene que ver con muchos factores. Por un lado, porque los modos de consumo de información, los modos de estar en las redes sociales y los modos de producir pensamiento están hoy apuntados a la velocidad y no a la profundidad. Por ejemplo: piensen en cómo leen ustedes las noticias.
Entramos a un portal de noticias y leemos los títulos de las notas. Inmediatamente nos construimos para nosotros mismos lo que dice esa noticia, “nos hacemos una idea”. Intuimos el contenido de cada nota. No necesitamos leerla porque en un segundo ya nos convencimos de lo que dice.
Esto nos ofrece la ilusión de que estamos informados pero no nos da verdadera información. Y lo más grave: quedamos convencidos de que estamos en condiciones de hablar sobre esos temas que vimos en los títulos.
Producto de esto es que sin darnos cuenta mantenemos conversaciones cada vez más superficiales.
Y además, como si esto fuera poco, vivimos en un mundo en el que permanentemente nos tenemos que pronunciar. Si tienen Twitter Facebook Instagram YouTube, Twitch, Mailchimp, Medium o TikTok sabrán que estas redes sociales premian el posteo permanente, y castigan el silencio. El sistema nos demanda que escribamos, que publiquemos, que tuiteemos, que nos pronunciemos permanentemente sobre todo.
Entramos a Twitter, vemos que es tendencia una polémica que rápidamente nos indigna (sin importar que hasta hace un segundo ni sabíamos que existía esa polémica) y de inmediato nos formamos una opinión, y queremos darla. Y no una opinión liviana sino categorica porque la tibieza también es plausible de ser cancelada: no hay lugar para las medias tintas en la era de la pronunciación.
Y tal vez terminamos diciendo algo sin saber verdaderamente qué pensamos sobre ese tema. ¿Me pregunto: para saber lo que uno piensa sobre algo no conviene primero preguntarselo en silencio? Digo, porque el pensamiento, decía Nicanor Parra, muere una vez que llega a la boca.
La consecuencia de todo esto es que nos da miedo decir. Que muy pronto aparece el fantasma del “te van a matar”. Que estamos cada vez más temerosos de dar una opinión porque siempre va a haber alguien que esté en contra de lo que pensemos, y muchos de esos incluso sin saber por qué, por la mera moda de la indignación.
Entonces, a la avanzada de superficialidad por falta de información, se suma el temor a ser honestos con lo que pensamos. Y sucede algo paradójico: no decimos nada por miedo a ser cancelados, pero cancelamos a quienes no tienen miedo de decir.
La pregunta entonces es cómo lidiamos con las ideas que no nos gustan. Cómo lidiamos incluso con las ideas peligrosas o verdaderamente ofensivas. Porque la cancelación no siempre es resultado de un equívoco. Hay casos de personas que fueron expuestas por un crímen que cometieron y ahí también cancelamos. En esos casos experimentamos una sensación de justicia -esa justicia que no estamos acostumbrados a que llegue-. Pero me quiero concentrar en el método de la cancelación más allá de los casos concretos.
Muchos creen que está bien cancelar algunas cosas porque en un mundo donde somos tolerantes con todo, permitimos también la homofobia, la transfobia, el machismo, el racismo e infinidad de prácticas repudiables. Esa es la famosa paradoja de la tolerancia, que indica que con algunas cosas sí debemos ser intolerantes para vivir en un mundo de tolerancia.
Pero yo creo que la mejor manera de lidiar con las ideas que no nos gustan no es anulándolas. Una voz silenciada queda para siempre en el mundo, escribió Alberto Manguel. Por eso me parece que tenemos que pensar nuevos modos de lidiar con las ideas ofensivas.
Al final de Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos, Jim Carrey sale de su operación de cerebro sin recuerdos de Kate Winslet en su cabeza. Es libre al fin. A los pocos días sin embargo vuelve a encontrarsela, en la calle, en la estación de tren, en la playa. Kate Winslet, de una manera u otra, vuelve a su vida.
Como esas ideas que queremos sacar del mundo pero van a seguir volviendo si la manera que tenemos de lidiar con ellas es directamente cancelándolas, yendo a un doctor que nos ofrece lo imposible, y no pensándolas complejamente.
Estoy convencido de que si logramos entender por qué no nos gustan esas ideas, si cada uno de ustedes se pregunta por qué le molestan algunas opiniones y empieza a tener argumentos para mantener conversaciones en serio sobre esos temas, vamos a ser capaces entre todos de que hablar, postear, publicar, stremear o incluso tuitear… sí sean una forma de mejorar el mundo.
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Tu referencia a la pelicula “eterno…” me hizo pensar en uno de los capitulos de la serie “Black Mirror” donde se muestra claramente a lo que se puede llegar socialmente con la cultura de la cancelacion relacionada con las tecnologias y redes sociales.
Muy buena la nota. Gracias!